IV TRAVESÍA DAS FRAGAS DO ALTO EUME
Actividad: IV
Travesía das Fragas do Alto Eume
Ruta circular
Longitud: 22 km a
pie + 3 km en canoa, aprox.
Tiempo total: 6
horas
Track en wikiloc (ruta íntegramente a pie)
Desnivel
acumulado subiendo: 947 metros
Desnivel
acumulado bajando: 947 metros
Altitud máxima:
677 msnm
Altitud mínima:
350 msnm
Fecha: 8 de
Julio de 2012
Fotos cortesía de A. Couto y O. Pérez
El Caminante es amigo
de los aires de soledad que con frecuencia le acompañan en sus rutas
montañeras, que habitualmente lleva a cabo en dúos, tríos, o en grupos poco
mayores que le permiten disfrutar de las alturas con la sensación de estar un
poco perdido en algún remoto confín del mundo, distante de cualquier ajetreo.
Es más, a El Caminante le da rabia cada vez que se cruza con otros excursionistas
en el campo, una sensación casi comparable a la que siente cuando ve basura tirada en el campo. Percibe que un paisano pastoreando
pertenece al paisaje, pero que un urbanita disfrazado con su material técnico
no. El Caminante, huelga decirlo, no se mira al espejo cuando hace estas
reflexiones.
Con estos antecedentes,
no es extraño que El Caminante se apuntase con un cierto recelo a la
IV Travesía das Fragas do Alto Eume, organizada por el
Club Montaña O Caxado, especialmente cuando supo que al cierre de la inscripción a la actividad,
más de 270 participantes se habían anotado.
Con la novedad de tomar
parte en una caminata organizada, poco después de las nueve de la mañana, El
Caminante y los demás echan a andar desde el pabellón municipal de As Pontes de
García Rodríguez, al tiempo que arrecia una lluvia fina, pero intensa.
El pelotón atraviesa
sin demora las casas del lugar de Cuiña para encarar la dura subida al monte A Carballeira. El terreno, reblandecido por la lluvia, se resiente de las pisadas
de tantas botas, de modo que cuando llegan los que van a cola del compacto
grupo, entre los que están El Caminante y sus amigos, el espeso barrizal
convierte la ascensión en un desafío de fuerza y equilibrio. La vereda apenas
permite caminar de dos en fondo, con lo que la salida al campo se ha
convertido, hasta este momento, en lo más parecido a participar en la
manifestación del Primero de Mayo. Ardua tarea es remontar posiciones, dejando
atrás a quienes están menos acostumbrados a caminar o, simplemente, se lo toman
con más calma. Del paisaje en este tramo, poco puede decirse, puesto que la
niebla envuelve al grupo, aunque da la sensación de ser un monte pelado sin
mayor gracia. Es natural que no haya fotos hasta aquí.
Monte atestado, lluvia,
nula visibilidad, paisaje aburrido… El Caminante se dice que solo faltaría extraviarse
para redondear la jugada, aunque eso se antoja imposible, pienso, pues yendo
doscientos y pico en la comitiva no hay más que seguir a los de delante.
¿Perderse? Dicho y
hecho. Al coronar la rampa de barro, el recorrido tuerce a la izquierda, proporcionando
por una vez, y sin que sirva de precedente, alivio en la firmeza del
asfalto. La bruma esconde aerogeneradores que los montañeros no ven hasta que oyen
el zumbido de sus aspas, y unos metros a la derecha, se intuye el mojón del
vértice geodésico de la cumbre de A Carballeira, a 677 metros de altitud. Y de
repente, caminantes en sentido contrario advierten de que la ruta buena quedó
atrás, por una pista forestal que debía tomarse en un desvío anterior que la
joven encargada de custodiarlo por la organización no atendía con demasiada
diligencia.
Establece la Ley de
Murphy que todo lo que va mal es susceptible de empeorar. Lejos de ello, El
Caminante percibe que todas las piezas empiezan a encajar cuando, dejando atrás
la pista forestal, las marcas azules conducen a una senda que se adentra en la
Fraga do Rego da Carballeira. El tiempo mejora, la multitud se disgrega, y el entorno
empieza a parecerse a lo que se esperaba a la vista del nombre de la Travesía.
Fraga
es
el vocablo que, en gallego, designa al bosque atlántico primario que se
conserva ajeno a la acción del hombre. Hoy día solamente se puede encontrar en
unos cuantos valles de difícil acceso, siendo su máximo exponente,
precisamente, el del Río Eume. El perímetro exterior de carballos (robles) y castiñeiros
(castaños) rodea al bosque de ribera, en el que pugnan los ameneiros (alisos), freixos (fresnos), bidueiros (abedules),
y otras especies arbóreas.
Los árboles de hoja
caduca establecen un entramado frondoso que filtra el escaso sol de estos
parajes y preserva la humedad del entorno incluso en período estival. Curiosamente,
a ras de suelo la vegetación es menos tupida, con lo que los montañeros pueden caminar
por pasillos entre los helechos en los que luces y sombras juegan con las
distintas tonalidades de verde.
El humus de la hoja
caduca en descomposición proporciona una pisada blanda y confortable en el
tramo de bajada que tras un repecho conduce hacia la aldea de Vacariza.
Un poco más adelante,
en O Caneiro de Abaixo, la organización ha fijado el primer punto de
avituallamiento y control, que ofrece agua, fruta y conversación a los que
participan en la Travesía. Todavía hay humor para hacerse una foto de grupo.
Retomada la ruta tras
un breve alto, el itinerario previsto se aproxima, por fin, a la orilla del Río
Eume, cuyas aguas bajan revueltas en este punto.
El Club Montaña O Caxado
ha realizado una magnífica labor de señalización que nos orienta en pleno laberinto
vegetal.
Wenceslao Fernández Flores situó la acción de El Bosque Animado en la Fraga de Cecebre, cerca de La Coruña, pero bien pudo haberse inspirado en estas fragas que la excursión atraviesa. Casi espera uno encontrarse, al otro lado del puente, el alma en pena de Fiz de Cotovelo, pidiendo al senderista que haga por él la peregrinación a San Andrés de Teixido que dejó de hacer en vida. Es el puente de Illade, en cierto modo, un alma en pena, puesto que no cruza ningún río bajo su arco. Fue trasladado piedra a piedra desde su emplazamiento original hasta el área recreativa de Os Caneiros cuando el valle donde se asentaba fue engullido por la explotación de la mina de carbón a cielo abierto, a pocos kilómetros de aquí. Hoy, el puente ha sido vengado, y la enorme abertura dejada por la mina ha sido sepultada bajo las aguas, dando lugar al mayor lago artificial de España.
El trayecto desde A Carballeira hasta Os Caneiros, casi siempre descendiente, ha sido poco exigente, y nada hace presagiar que los más duro está por llegar. El recorrido propuesto por el Club O Caxado remonta ahora el Rego do Campo da Meda, que encierra en un corto ascenso la esencia del humedal atlántico.
En la subida, el barro pisado tupe las suelas de las botas haciendo ineficaz su diseño y
dejándolas sin agarre, convirtiendo de ese modo la ladera en una pista de
patinaje y exigiendo para cada paso un esfuerzo titánico. Una y otra vez,
hay que cruzar el regato, jugándose el tipo y el orgullo en comprometidos
apoyos en rocas tapizadas de musgo.
Una considerable
cascada ofrece una de las estampas más fotogénicas del día, preludio del tramo
más exigente, en el que unos y otros pugnan por no deslizarse ladera abajo. Los resbalones son inevitables, y el barro empieza a manchar manos
y pantalones.
Cada cual adapta el ritmo a sus posibilidades, y así, de uno en uno, cada obstáculo va siendo
superado.
Cada poco, los amigos
se reúnen para recobrar el aliento comentando el último traspiés. En una de
estas, el más rezagado no llega. Pasan los minutos, y no aparece. Otros
participantes en la travesía confirman los temores y dan cuenta de que está
lesionado algo más abajo.
Dos de los compañeros
bajan a ayudarle, y cuando le alcanzan ya está siendo socorrido por otras
varias personas, que una vez más muestran la solidaridad que con frecuencia caracteriza
la actividad de montaña. Mención aparte merecen el más veterano, quien ya ha
cedido su cayado al necesitado, y el “grupo escoba” de la organización, que
tutela el buen discurrir de la marcha y le brinda asistencia al amparo de
conocimientos ancestrales, como el potencial antiinflamatorio del agua fría del
riachuelo. La lesión no es grave, pero el terreno escarpado impide aupar o
siquiera servir de apoyo al lesionado, quien debe culminar el ascenso por sus
propios medios y sin forzar el ritmo.
En el segundo punto de
control y avituallamiento, situado en el alto de Campo da Meda, quien sufrió el
percance debe abandonar la caminata, y sus compañeros se marchan debatiendo
entre ellos si este episodio apagará el entusiasmo con el que unas horas antes
iniciaba su primera aventura en la montaña. Seguro que no.
Desde el Campo da Meda,
el camino inicia su descenso por la Fraga de Lostegal, que otra vez más
demuestra cómo eran los montes gallegos antes que el humano optase por las
plantaciones madereras “rápidas”, como el pino y el eucalipto, que colonizaron
casi todo el litoral galaico.
La bajada serpentea de
nuevo hacia el Eume, que ahora se ensancha formando el Embalse da Ribeira. La
nubes se disipan y amenaza con salir el sol. El camino ahora bordea el Embalse,
y ofrece la espectacular estampa de las fragas en toda su extensión.
Con la fatiga en el
cuerpo, se alcanza el embarcadero de Malvís, donde se encuentra el tercer y último
control y avituallamiento. Precisamente, el bandido Fendetestas, personaje de El Bosque Animado, se llamaba Xan de Malvís, quién sabe si Don Wenceslao no anduvo por estas fragas antes de escribir su novela.
Y para acabar de hacer el indio, qué mejor que embarcarse
en las canoas biplaza dispuestas por el club organizador de la Travesía.
Una breve explicación
imprescindible para neófitos precede a la inquietud de verse en medio del
embalse con el cuerpo dolorido, pugnando por encontrar una posición que resulte
soportable a bordo del plátano flotante que nos han asignado. Es cierto eso que
dicen de que uno se acostumbra a todo, (a
la fuerza ahorcan) puesto que al cabo de unos minutos la postura que
parecía inaguantable se torna llevadera, y así, entre bromas acerca de quién rema peor y con el culo en remojo, los montañeros
alcanzan tras su errática singladura el pantalán de la presa y desembarcan, en
general con estilo poco decoroso, de las canoas.
Después de la
navegación sólo resta la bajada al punto de inicio que, cuesta abajo y sin
mochila, se hace relajadamente y sirve para hacer balance de una jornada que,
si bien empezó gris y adversa, ha resultado satisfactoria. La visión de las
chimeneas de la central térmica anticipa, tristemente, el regreso a la civilización.
Se cierra la jornada
con un reconfortante condumio preparado por los organizadores, que en breve
difumina la sensación de fatiga. En fraternal ambiente, la comida culmina con
el requesón característico de A Capela, elaborado pocos kilómetros más abajo en
el mismo valle del Eume, acompañado de rica miel.
Reflexiona El Caminante
que, después de todo, ha sido una grata experiencia caminar en compañía, no
solamente de sus amigos, sino de otros muchos desconocidos, y especialmente de
quienes han sacrificado parte de su tiempo y esfuerzo en organizar con mimo
esta Travesía, mostrando a los caminantes rincones desconocidos para casi
todos, de aquéllos que transportan al excursionista a una época en la que,
dicen, una ardilla podía trasladarse desde Gibraltar al Pirineo sin pisar el
suelo, simplemente saltando de rama en rama.
Precioso,descuidado o abandonado. Una pena.
ResponderEliminar