martes, 5 de junio de 2012

LABERINTO DE PIEDRA



SUBIDA AL MONTE PINDO



Actividad: Subida al Monte Pindo
Ruta circular
Longitud: 16,48 km
Tiempo total: 4:21 min
Tiempo en movimiento: 3:27 min
Desnivel acumulado subiendo: 783 metros
Desnivel acumulado bajando: 783 metros
Altitud mínima: 1 msnm
Altitud máxima: 629 msnm
Fecha: 3 de Junio de 2012

Fotos cortesía de A. Couto

Once y cuarto de la mañana. El Caminante recibe un whatsapp de Su Amigo.

- Oye y lo del pindo por la tarde como lo ves?


Se pone en marcha la maquinaria y una hora y 49 whatsapps después ya está organizado. A El Caminante y Su Amigo se unirá esta vez La Fuerza, deseoso de dar uso a sus botas nuevas. El Canalla renuncia, en cambio. La noche fue larga, y regada con bebidas no precisamente isotónicas. Otra vez será.

Empezar una ruta el domingo a las cinco de la tarde no es muy ortodoxo, pero en realidad se trata de un breve paseo, vertical pero muy corto, en torno a los nueve kilómetros con algo más de 600 metros de desnivel. A no ser que se nos ocurriese bajar por el embalse y dar un rodeo para totalizar algo más de 16 kilómetros. Que fue, ya ven, lo que hicimos.

Fue el Padre Sarmiento el que aventuró que este Monte Pindo había sido bautizado en alusión al promontorio homónimo existente en Grecia. Precursor a su tiempo, este benedictino evidenció dotes fabuladoras propias de los románticos que unas décadas después poblarían nuestra literatura. Porque no parece que muchos gallegos (aparte de él mismo) supieran de la existencia de un monte Pindo en los confines del Épiro, como para replicar el topónimo. La ingesta de benedictine, ese licor propio de la orden frailuna en la que militaba Fray Martín Sarmiento, usado para mitigar los efectos del frío y la humedad en el siglo XVII, sin duda estimulaba la imaginación de este santo varón.

Sin embargo, el nacionalismo étnico moderno no solamente se ha apropiado de la tesis de Fray Martín, sino que la ha perfeccionado acuñando el concepto “Olimpo Celta”, obviando el hecho de que el Monte Pindo griego está a unos ciento y pico kilómetros del Monte Olimpo. El caso es dotarse de una conexión cultural entre los miembros de la nación y sus antepasados, qué más da si vienen de Eire o de Tesalia.

Ajenos a estas cuitas, los tres caminantes emprendemos la marcha junto al indicador del Monte Pindo, cruzando el puentecillo que allí hay.



La escasa sombra de un pinar ralo acompaña los primeros metros, y se agradece. Pronto La Fuerza hace honor a su nombre y marca un demoledor paso que le sirve para hacer un valioso reportaje fotográfico que ahora nos ilustra, mientras los demás le seguimos resoplando a prudente distancia.



El camino es, realmente, un laberinto de piedra, una escalera salvaje, que requiere atención permanente para evitar el traspiés.





Pronto clarea el bosque y en el Alto do Pedrullo, la ruta da vista, a la derecha, al Océano, dando idea de la ganancia en altura que en unos minutos permite la ascensión.



En este punto, el paisaje se vuelve algo menos rocoso y busca el Este. El sol castiga, pese a no ser un día caluroso. Se agradece que la mochila, hoy, vaya prácticamente vacía. Y yo voy pensando que el étimo de Pindo a lo mejor hay que buscarlo en el vocablo pindio, tan común en la Cordillera Cantábrica, que equivale a empinado.




Nuevamente, la senda se adentra en un zigzag pétreo que no deja de remontar la ladera.



Por momentos, da la sensación de que Gaudí subió el Monte Pindo antes de diseñar las chimeneas de la Casa Batlló.




La fuerte subida nos sitúa en un canal herboso a unos 500 metros de altitud, el cual atravesamos a modo de embudo.



Al final se abre una campa, el Chan de Lourenzo, en donde son visibles las ruinas de las minas de wolframio. El wolframio, o tungsteno, es un metal cuya importancia estratégica se disparó durante la Segunda Guerra Mundial, al tener aplicaciones en la industria militar. La explotación de la que hablamos no parece que fuese muy boyante, puesto que en nada se asemeja a las cercanas minas de San Finx de Lousame, que dispusieron de poblado propio durante décadas.

Desde aquí se abre un mirador al Sur sobre la playa de Carnota, que tiene, según Google, unos siete kilómetros de arena fina, y desde luego brinda unas vistas espectaculares.



Al retomar la subida se nos presenta, inconfundible, el Guerrero, formación rocosa antropomorfa a la que algún paseante sobrado de energías ha guarnecido con un tronco a modo a lanza.



Algo más arriba se atraviesa una pequeña joya vegetal, un bosque endémico de roble enano (quercus lusitanica), una rareza, especialmente habiendo sobrevivido en este rincón asolado por los incendios.

Comienza en ese momento la aproximación a la cumbre del Monte Pindo, llamada A Moa (La Muela), nombre característico de las cumbres, como ésta, que consisten en un gran bloque de piedra. Rodeando la Moa desde el Sur en sentido contrario a las agujas del reloj, acometemos la trepada final desde el Norte.

La cumbre está señalada con un vértice geodésico.



Consiste en una mole pétrea descomunal y abombada, salpicada por pequeñas “pilas” fruto de la erosión.




Como tantas otras veces, tenemos que descender unos metros para avituallarnos a resguardo de una de las múltiples rocas que jalonan el itinerario.

Decidimos, como ya explicaba, regresar por Fieiro y el Ézaro, haciendo así una ruta circular, aunque bastante más larga.



El camino en esta ladera es más tendido y está mejor señalizado que la subida desde el pueblo de El Pindo, haciendo el descenso más cómodo hasta la aldea de Fieiro.



En este punto regresamos al asfalto, si bien la ruta sigue transcurriendo por un escenario espectacular. 






Alcanzamos el dique del embalse del Ézaro, con las compuertas abiertas.




Al otro lado de la presa, nos dejamos llevar por nuestro impagable sentido de la orientación y tomamos la carretera a la izquierda. Eufóricos, nos lanzamos a trotar por la empinadísima bajada, para comprobar que la pista muere en un túnel cerrado. Investigamos un sendero a la izquierda, y damos con el río aguas arriba de las cataratas que constituyen su desembocadura. Al estar abiertas las compuertas, el caudal impide proseguir por el lecho del río, pero nos da algunos momentos de diversión. 



Desandar lo andado es siempre traumático, pero especialmente con rampas de subida al 20%. Al llegar al punto de extravío, quedan ocho kilómetros y son las ocho de la tarde.

Zumbando regresamos al lugar de partida, parando tan solo para asomarnos al Mirador del Ézaro.




A estas alturas, La Fuerza incontenible comienza a levitar.



Ya abajo, pasamos junto a la famosa “fervenza” que, por estar desembalsando la presa, tenía cierto caudal. Parte del descenso lo hacemos corriendo, aprovechando el fuerte desnivel que invita a dejarse llevar.



Sin más, a paso de legionario, atravesamos el puente que separa Ézaro de El Pindo, que se nos antoja una obra de ingeniería menor, ignorantes de que hasta 1951 esta desembocadura solamente se podía atravesar en una barca habilitada para cruzar a personas, enseres y animales.



El sol de poniente nos acompaña en nuestro caminar por la orilla del mar hasta alcanzar la explanada, junto a la Iglesia, en la que habíamos dejado el coche.


4 comentarios:

  1. me ha encatado, el relato, las fotos... ojala pesara 20 kilos menos, para poder hacer alguna caminata.- saludos.-

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    1. 20 kilos no impiden caminar, sólo hay que adaptar el ritmo y los objetivos. Además, tu tierra es envidiable para salir al campo en cualquier época del año. A mí también me sobran unos cuantos kilos, tocayo. Un abrazo.

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  2. Ola, Dubido que na perto da cima do Pindo haxa un bosque de Quercus lusitanica, como comentas. Esta especie está na vertente sur dos Aguillóns e na aldea de San Cibrán (é de afinidades mediterráneas ou de clima seco). O que hai na subida, na parte superior, son carballos comúns Quercus robur, pequenos como bonsais. Parabéns polas fotos e o blog, moi bonitas. Saúdos

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    1. Mis conocimientos de botánica son muy pequeños por no decir nulos. Antes y después de cada actividad, me gusta ilustrarme acerca de los lugares en los que se desarrolla. En este caso, me remito a la inclusión en el catálogo de especies amenazadas del roble enano del Monte Pindo (Carballo Anano do Monte Pindo), por parte del Observatorio Gallego de la Biodiversidad (Observatorio Galego da Biodiversidade).

      Link a la noticia: http://www.galiciae.com/nova/17502.html

      Muchas gracias por tu comentario.

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