viernes, 24 de agosto de 2012

EL REY DE LA SIERRA (y II)


ASCENSIÓN AL MULHACÉN (JORNADA 2)



Actividad: Ascensión al Mulhacén
Jornada 2: Refugio de Poqueira-Mulhacén-Siete Lagunas-Trevélez
Ruta no circular
Longitud: 16,98 km
Desnivel acumulado subiendo: 1.058 metros
Desnivel acumulado bajando: 1.969 metros
Altitud máxima: 3.482 msnm
Altitud mínima: 1.571 msnm
Duración: 8h 21m
Fecha: 12 de Agosto de 2012


Mulay Hasan, Emir de Granada, sucumbió a los encantos de una joven noble castellana apresada en el curso de las campañas militares contra Castilla. Era Isabel de Solís, que se convirtió al islam con el nombre de Zoraya, y pasó a ser la favorita en el harén del Emir nazarí. Como consecuencia, la sultana Aixa perdió su posición de privilegio. Lejos de conformarse con ello, tuvo años para urdir su revancha en unión de los Abencerrajes (también sedientos de venganza tras la matanza organizada por el Emir junto al Patio de los Leones), y siguiendo su plan, Boabdil, hijo de Aixa, destronó a su propio padre.

Muley Hacén, como era llamado por los cristianos, aún tuvo tiempo de recobrar su posición por breve espacio de tiempo, antes de morir. Previamente había manifestado su última voluntad: ser enterrado en el lugar más próximo al cielo. Así es como, dice la leyenda, los fieles del Emir le enterraron en la montaña que hoy conocemos como Mulhacén en su honor. Sus restos y los tesoros con los que se supone que fue enterrado nunca han sido encontrados.




El Caminante desearía durante la eterna noche en el Refugio de Poqueira yacer entre las piedras del Mulhacén, vivo o muerto, poco importa. Siempre se duerme mal en los refugios: dormitorios precarios y colectivos, con olor a cuerpo sudado, y sonido ambiente de toses y ronquidos. En esta ocasión, los domingueros (véase nuestra anterior entrada) se acostaron bien pasada la media noche, y en proporcional represalia, los auténticos montañeros (que alguno había) se movilizaron sobre las seis de la mañana, encendiendo sus linternas frontales a discreción y rebuscando en sus mochilas con ruido de bolsas de plástico, abriendo y cerrando con reiteración cremalleras que, parece ser, estaban dotadas de algún mecanismo oculto amplificador del sonido.

Como resultado, El Caminante, que se ubica en algún punto a medio camino entre el montañero profesional y el dominguero de las alturas, no ha pegado ojo, y aún era de noche cuando ya vagaba por los alrededores del Refugio esperando a que se hiciera el alba por encima de la Loma del Mulhacén.

Aunque suele decirse que después de una mala noche, viene un mal día, no es menos cierto que la excepción confirma la regla, puesto que lo que pasamos a relatar es una de aquellas jornadas que justifican la pasión por la montaña.

Bien desayunados y con el fresquito de la mañana, los montañeros reanudan la marcha interrumpida el día anterior por el camino jalonado de postes naranjas, descendiendo desde el Refugio Poqueira hasta el curso del río Mulhacén.




Desciende este arroyo con fuerza, pese a la estación, y reflexiona El Caminante la solemne tontería que es comprar agua embotellada en el Refugio a precio de gasolina, pudiendo haber rellenado en el propio río.






Al llegar al río, la ruta asciende por la derecha, al pie del Tajo de la Lastra.




Algo más arriba, se gana la orilla izquierda y, a la salida del embudo, la pendiente se suaviza.



El Sol empieza a pegar en la arista de Loma Pelá.




Pero la ruta sigue, por suerte, a la sombra de la Loma del Mulhacén. Tempo habrá de tomar el Sol más arriba.



Por detrás queda el Barranco de Poqueira, que desciende hasta los pintorescos pueblos de Capileira, Bubión y Pampaneira.




Es sabido que la terminación -eira, tan usual en la topografía alpujarreña, nada tiene que ver con la repoblación de estas tierras con colonos gallegos tras la dispersión de los moriscos, que fue decretada por Felipe II una vez sofocada la Rebelión de las Alpujarras en 1571. Es interesante la lectura de Galegos en las Alpujarras Granadinas, de Fernando Cabeza Quiles (Ed. Toxosoutos, 2003).

Nuevamente las cabras se cruzan en el camino de los excursionistas. En este caso se trata de una madre y su hijo.



Al acercarse a la Laguna del Majano, la línea los tresmiles de Sierra Nevada surge al fondo. Es el tramo entre el Puntal de Laguna Larga y el Puntal de la Caldera.



La Laguna del Majano no parece gozar de muy buena salud a estas alturas del verano.



Mejor aspectos presentan los lagunillos que hay algo más arriba.



Aquí se duda y se discute acerca del camino a seguir. El track marcado en el GPS parece optar por trepar la cresta de piedra por la derecha y continuar por la grada superior. Más apetecible es remontar la cadena de lagunas hacia la izquierda hacia el escalón de hierba, siendo ésta la opción elegida. Lo cierto es que cualquiera de ambos caminos sirve, puesto que la montaña, en este tramo, permite improvisar abriendo paso en medio del caos de piedras apiladas por el tiempo.



Franqueada la barrera de los 3.000 metros, la escasa vegetación termina por desaparecer, y la ruta se sitúa en un ambiente inhóspito, de apariencia volcánica. La Laguna de la Caldera ofrece su estampa de desolación absoluta. La visión de los senderos que surcan el abismo por encima de la laguna, procedentes del Veleta y Loma Pelá, estremece, y recuerda al montañero que cuando hoy baje de regreso le seguirán quedando cuentas pendientes por estas cumbres.



Próximo a la Laguna está el Refugio-Vivac de La Caldera. Surca estos parajes la carretera Granada-Capileira, y se tienen las primeras vistas verdaderas de la cumbre del Mulhacén, techo de la Península Ibérica.



Antes de seguir con la ascensión, merece la pena detenerse en la historia de esta carretera.

Julio Quesada-Cañaveral (en realidad, Julio María de la Luz Claudio Francisco de Asís Elías Nicolás José Santiago Gaspar de Todos los Santos Quesada-Cañaveral y Piérola Osorio Spínola y Blake), VIII Duque de San Pedro de Galatino, fue un emprendedor enamorado de Granada y Sierra Nevada. A su iniciativa debemos agradecer el singular edificio que alberga el Hotel Alhambra Palace, y el Hotel del Duque, en las estribaciones de la Sierra. Suya fue también la idea de acercar estas montañas a través de dos proyectos: el tranvía de la Sierra, y la carretera. El primero funcionó durante 50 años, hasta que se acordó su clausura en 1974, fundamentalmente por los malos resultados económicos y por la futura construcción, finalmente concretada unos 15 años más tarde, del embalse de Canales, que anegaría varios kilómetros de su trazado. El segundo proyecto, el de la carretera, existe, si bien no asfaltada entre las Posiciones del Veleta y Capileria, y restringida al tráfico rodado en su trazado por el Parque Nacional, entre los Albergues de Hoya de la Mora en Pradollano y el Área recreativa de la Hoya del Portillo, a 8 kilómetros de Capileira.

Recuerda el caminante haber atravesado Sierra Nevada de Norte a Sur siendo un chiquillo, desde Granada a la Alpujarra, montado en el coche con sus padres y hermanos, subiendo por el ramal del Chorillo hasta las inmediaciones de la cumbre del Mulhacén, que se alcanzaba en un breve paseo. Era una excursión que llevaba horas, puesto que la carretera sólo permitía un tránsito lentísimo, obligando al conductor a sortear las piedras que sobresalían amenazando con rajar el cárter. Tal vez como consecuencia de aquella jornada de su infancia, El Caminante quedó para siempre enganchado al magnetismo de las cumbres.

Fue la construcción de esta carretera un reto de envergadura en la España de los años 20 del siglo passado, que se prolongó durante décadas. Todavía en 1969 se acometían las obras de la derivación hasta la cumbre del Veleta, en tarea cai artesanal llevada a cabo por peones camineros.




Como curiosidad, en un momento dado se planteó salvar la dorsal de Sierra Nevada mediante la construcción de un túnel en el Corral del Veleta, que hoy día sigue siguiendo de refugio de montañeros.

Es hora de afrontar, desde esa misma carretera, la subida a la cima, optando por el sendero de la izquierda, más próximo a la arista, que luego se une al que sube por el centro de la ladera desde la pista.


Esta alternativa permite asomarse desde un vertiginoso balcón natural a la cara Norte del Mulhacén y la Alcazaba.


Por detrás, el mirador ofrece vistas del Puntal de la Caldera, a la derecha, y el Veleta y los Machos, juntos a la izquierda, que empiezan a asomarse por encima de Loma Pelá. Abajo, junto a la Laguna, se intuye el Refugio.


Más arriba, se divisa toda la línea de cumbres desde el Veleta hasta el Cerro del Caballo, que cierra la línea de tresmiles por el Oeste.


Por momentos, la ascensión se torna agónica. La pared de piedra parece no tener fin.


Pero poco después se alcanza la cumbre del Rey de Sierra Nevada. El Caminante trepa al risco más elevado, algo por encima del mojón del vértice geodésico; es, por unos momentos, el ser humano a mayor altura en 500.000 kilómetros cuadrados a la redonda, más o menos. Por detrás, la Reina de Sierra Nevada, la Alcazaba.


El rostro expresa la satisfacción del momento. Seiscientos metros bajo el abismo, la Laguna de la Mosca.


Y hacia Poniente, panorámica del Veleta.


El GPS da fe del logro conseguido.


Y la obligada foto de grupo en el vértice geodésico.


Excavado en la roca, un pequeño santuario alberga, supuestamente, a la Virgen de las Nieves. Los exvotos de los montañeros impiden ver su figura.


Si algo llama la atención, es que la cima del Mulhacén esté salpicada de ruinas, como si hubiese existido algún asentamiento humano en la cumbre.


La explicación hay que buscarla, una vez más, en el pasado. En 1866, el general Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero propuso a la Asociación Geodésica Internacional completar la medición de un arco de meridiano de 28 grados de amplitud, desde las Islas Shetland hasta el desierto del Sahara. La parte más ambiciosa de este proyecto era la triangulación del enlace España-Argelia. 

A tal efecto, se establecieron en Septiembre de 1878 cuatro campamentos simultáneos en las cumbres de M'Sabiha y Filhaoussen, en Argelia, y en la Tetica (Sierra de los Filabres, Almería) y el Mulhacén. La idea era enviarse en horas previamente determinadas haces de luz solar entre cada uno de los cuatro campamentos con ayuda de heliógrafos durante el día, y hacer lo propio con luces eléctricas dirigidas por potentes reflectores durante la noche.



La expedición del Mulhacén padeció las inclemencias meteorológicas de un otoño adelantado, con nevadas reiteradas, ventiscas y tormentas. Un rayo impactó en la cumbre del Mulhacén destrozando buena parte del material transportado hasta la cumbre a través de pistas de dos metros de ancho expresamente construidas para la observación en curso.

El equipo permaneció en el Mulhacén ininterrumpidamente entre el 9 de Septiembre y el 4 de Octubre. Pese al fracaso de los heliógrafos, dado que ninguna de las señales diurnas fue detectada de un lado al otro del Mediterráneo, el proyecto fue un éxito gracias al empleo de las señales eléctricas nocturnas producidas por lámparas alimentadas con generadores de vapor, que sí lograron su objetivo.



El general Ibáñez fue premiado con el título de Marqués del Mulhacén.

La bajada hacia Trevélez por Siete Lagunas parte hacia el Sur por la Cañada del Borreguil. No es fácil encontrar el camino en el primer momento, pero no tiene pérdida si se deja el Mulhacén II a la derecha y se busca la vista de la Cañada de Siete Lagunas.


El descenso se realiza por la Cuerda del Resuello, buscando la Laguna Hondera.



Volviendo la vista atrás, se divisa la parte alta de la Cañada de Siete Lagunas, custodiada por el Peñón del Globo (derecha) y el Puntal de Siete Lagunas.



Es hora de acometer la última bajada antes de parar a comer en Siete Lagunas, uno de los parajes más bellos de la Sierra.



El fuerte viento que baja por el valle obliga a buscar acomodo en uno de los vivacs que acogen en invierno a los montañeros más avezados.





El camino desciende de Siete Lagunas por el lado izquierdo de las Chorreras Negras.



El sendero hacia Trevélez, muy marcado, va abandonando gradualmente el paisaje de alta montaña, descendiendo junto al Río Culo de Perro por el Prado de las Yeguas, para después arrimarse a la Acequia Gorda atravesando Los Posteros.


Tras un largo y caluroso descenso, Trevélez asoma por detrás de la loma.


La ruta ingresa en el pueblo por el Barrio Medio, y el oportuno hallazgo de un lavadero alivia la sed de los excursionistas con la mejor agua que se pueda imaginar.


Toca a su fin la caminata, y guarda El Caminante para siempre la primera imagen que tuvo de la cumbre, hace unas horas, desde el Refugio de La Caldera, perfectamente descriptiva del desafío cumplido.


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