jueves, 24 de septiembre de 2015

EN LAS MONTAÑAS DE LA LOCURA


RUTA DE DOS DÍAS DESDE EL MIRADOR DEL CABLE AL REFUGIO DE COLLADO JERMOSO, Y REGRESO

Actividad: Primer día. Ruta lineal desde el Mirador del Cable hasta el Refugio de Collado Jermoso, por el Tiro Casares.
Longitud: 10,24 km
Desnivel acumulado subiendo: 723 metros
Desnivel acumulado bajando: 529 metros
Altitud máxima: 2.413 msnm
Altitud mínima: 1.923 msnm
Duración: 4h 53 min.
Fecha: 6 de Septiembre de 2014
Fotos: V. Díaz y T. Labella

Si entregamos a un niño cualquiera unos lápices de colores y un folio en blanco y le pedimos que dibuje un paisaje de montaña, el resultado no diferirá, probablemente, de la estampa del Monte Fuji: un triángulo equilátero de verdes laderas coronado con un penacho blanco.

No se le ocurrirá a este pequeño diseñar un caos de roca desnuda en el que una miríada de picos se arraciman sin orden ni concierto entre hoyos de piedra sin salida y barrancos de abismos infinitos. Seguramente tampoco a este infantil artista se le pasará por la mente plantar en un rincón perdido de este desierto de altura la cúpula de una batería antiaérea de un portaaviones, y mucho menos convertirla en un refugio montañero.

Finalmente, en el caso de que el jovencito decida adornar con personajes su dibujo, los colocará caminando alegres por caminos marcados y accesibles, y no los situará sufriendo en cornisas de vértigo, o colgados de cuerdas en paredes verticales.

Si contraviniendo la lógica, nuestro niño plasma esta yuxtaposición de escarpes, pedreras, agujas y llambrias, salpicada de albergues imposibles y de montañeros funambulistas, pensaremos que está loco. O bien es que conoce los Picos de Europa.

Hoyo Transllambrión. Al fondo, el Urriellu.



Al Caminante le gusta comentar que hay sitios y experiencias que de vez en cuando hay que repetir, por el puro placer de volver a disfrutar de ellas: perderse caminando sin rumbo por alguno de los sestiere de Venecia; sentarse a ver pasar la vida en cualquier terraza de los bulevares parisinos; o dejarse el alma y la uñas de los pies subiendo a alguno de los Picos de Europa, por ejemplo.

No es raro, por tanto, que al recibir la sugerencia de volver a Picos, al Llambrión precisamente, El Caminante acepte el reto sin dudarlo. Y así es cómo se planta con sus dos amigos en Fuente Dé, con un tiempo bastante mejor del que se pronosticaba.





Los montañeros no tienen plan cerrado: dormirán en Collado Jermoso y subirán al Llambrión, pero la ruta concreta está por decidir y también si harán cumbre el primer día o el segundo. Como es tarde, se suben al funicular, que salva cerca de un kilómetro en vertical hasta el Mirador del Cable.




Desde la cabina, miran hacia los Tornos de Liordes, junto al Pico Remoña, con un poso de remordimiento al haber recurrido a la ayuda mecánica para elevarse a las alturas.

Vista hacia los Tornos de Liordes.

El funicular transporta al viajero a un balcón natural desde el que se contempla el verdor de la Liébana, en el fondo, y el cinturón de montañas que cierra este valle por el Sur.



El ambiente no es muy montañero en este sábado de Septiembre: familias, parejas, jubilados, niños y bebés deambulan boquiabiertos ante el panorama y se aventuran unos metros por la pista ancha que sube hacia la Horcadina de Covarrobres. Allí, la pista minera deja a la derecha el paso hacia los puertos de Áliva, y al abrigo de la Peña Olvidada, busca la Vueltona, ya en la base de la Peña Vieja.



Señal en la Horcadina de Covarrobres. Hacia la izquierda, subida a Horcados Rojos y Cabaña Verónica.

Al fondo, la Vueltona.


Desde la curva de la Vueltona, nace un sendero que atraviesa la pedrera y gana altura rápidamente, bajo los Picos de Santa Ana.

Abandonando la pista minera en la curva de la Vueltona.

Vista atrás. El sendero está bien señalizado.

En la distancia, brilla el metálico iglú de Cabaña Verónica.

Cabaña Verónica, en el centro de la foto, sobre la mancha oscura.

Las vetas ferruginosas tiñen las rocas en la subida, explicando la denominación de los vecinos Horcados Rojos.


El sendero, bajo la Torre de los Horcados Rojos.

Ya en las inmediaciones del refugio, se avista próximo el Pico Tesorero, cuyo vértice es el ojo de este huracán de piedra que constituye el macizo central de los Picos de Europa, llamado de los Urrieles. Esta atalaya piramidal también es trifinio provincial y autonómico, puesto que en ella convergen Asturias, Cantabria, y la castellana provincia de León. Queda anotado este bonito pico en nuestra larga lista de asuntos pendientes.

Pico Tesorero, a tiro de piedra.


Cabaña Verónica nació de una ocurrencia. Corría el año 1961. Se desguazaba en la margen izquierda del Nervión un portaaviones estadounidense, el USS Palau. El ingeniero Conrado Sentíes, destacado montañero, convenció a su amigo y arquitecto Luis Pueyo, para proponerle a Julián Delgado Úbeda la construcción de un refugio de montaña en una repisa natural situada en la subida desde el Collado de Horcados Rojos hasta los Hoyos Sengros. Para ello se aprovecharía una de las cúpulas metálicas que alojaban a las baterías antiaéreas del USS Palau.



No debió ser sencillo llevar hasta allí las planchas metálicas que conforman la cúpula, ni el resto de materiales necesarios para construir la base de hormigón. Una vez que se descartó el uso de un helicóptero, se transportaron los materiales en camiones desde Bilbao hasta la Vueltona, y desde este punto se acarrearon con la ayuda de un caballo de nombre Rubio. Una vez ensamblado todo, Cabaña Verónica se convirtió en lugar de encuentro, descanso, y socorro para los pioneros de las alturas, como atestiguan desgastadas imágenes en blanco y negro que circulan por la red.


El emplazamiento del refugio resultaba estratégico, en el centro mismo de los Picos de Europa y a la muy respetable elevación de 2.325 metros sobre el nivel del mar. Sin embargo, varios factores contribuyeron a su abandono y ruina en pocos años: carecer de fuente, su reducido tamaño, y la construcción del teleférico que une Fuente Dé con el Mirador del Cable, que mitigó el secular aislamiento de estos parajes remotos.

En 1983, un tal Mariano Sánchez llega hasta Cabaña Verónica huyendo de su vida anterior en Santander, dejando atrás familia y trabajo. Transforma con sus propias manos una montaña de despojos en su nuevo hogar, y se entrega a una nueva vida de anacoreta. Nace entonces el mito de Mariano, el guarda. Hasta 2007 habitó en los nueve metros cuadrados de Cabaña Verónica, sin agua corriente, luz eléctrica, ni cuarto de baño. Rara vez bajaba de la montaña, y pese a su carácter huraño, desde su refugio socorrió a alpinistas accidentados, o simplemente extraviados en la ventisca. Salvó, efectivamente, un puñado de vidas, pero nada ni nadie pudo rescatarle de una muerte segura cuando el cáncer se adueñó de su cuerpo. Un placa en un lateral del refugio reproduce la nota que dejaba prendida en la puerta cuando se ausentaba.

"Estoy porteando. Voy con el talki a la escucha. El Guarda."

Se hace tarde, y por eso la cumbre del Llambrión quedará para mañana. Desde Cabaña Verónica parte una ruta poco transitada, señalada con pintura roja, que conduce al Tiro Casares. Deja a la izquierda los resaltes que ocultan el Hoyo Sin Tierra, y busca la línea de cumbres que discurre desde la Torre Blanca a la Torre San Carlos. Entre el Pico Madejuno y la Torre del Hoyo Oscuro se adivina el paso que conducirá a la vertiente de Liordes.

El Tiro Casares, visto desde Cabaña Verónica.

Nada más dejar el refugio, subiendo hacia los Hoyos Sengros, debe cruzarse un singular puente de piedra, paso clave que marca la dirección que ya siempre ha de seguirse hasta el Tiro Casares.

Puente de piedra.

La felicidad del montañero. Al fondo, Cabaña Verónica.


El terreno es quebrado, pero no complicado. Únicamente deben salvarse un par de pequeñas trepadas con buenos agarres.





Al pie del Madejuno, subsisten algunos neveros que aguardan ya las primeras nevadas después del largo verano.



Una última subida, exigente, corona el Tiro Casares, desde donde se pasa a la vertiente leonesa.

Vista hacia atrás desde el Tiro Casares, con la complicada pedrera final de la subida. Al fondo, torre de los Horcados Rojos y más a la derecha, Picos de Santa Ana.

Hacia adelante, desde el collado del Tiro Casares, y de izquierda a derecha: Torre de Salinas, Torre del Hoyo de Liordes y Torre del Friero. Más a la derecha, sobre el nevero, la primera de las Colladinas, hacia la que hay que dirigirse.

Tras reponer fuerzas, se afronta la bajada por el Hoyo Sedo, un incómodo través de piedra suelta donde no conviene perder demasiada altura, buscando la Collada Ancha. Desde allí, pronto se alcanza el camino que viene desde la Vega de Liordes hacia Collado Jermoso. Una terraza de hierba en una de las Colladinas invita tumbarse a descansar.

Hoyo Sedo, vista del descenso desde la Collada Ancha.


Este camino emprende ahora un sube y baja por las mencionadas Colladinas, ofreciendo cada vez más cerca panorámicas del nido de águilas en el que se asienta el singular refugio de Collado Jermoso, que ofrece comodidades inverosímiles en tal ubicación.

Las Colladinas. En segundo plano, el Macizo Oriental de Picos, presidido por la Peña Santa.

Zoom al Refugio de Collado Jermoso.
A la izquierda, queda la sima que se desploma hasta la Vega de Asotín, cientos de metros por debajo. Enfrente, la Torre del Friero exhibe la que dicen que es la canal más larga de cualquier montaña española.

De izquierda a derecha, Torre del Hoyo de Liordes y Torre del Friero.
Llegando al Refugio de Collado Jermoso. A la izquierda, el abismo del Argayo Congosto.

Y para terminar, la noche; y no una noche cualquiera. Sin contaminación lumínica, miríadas de estrellas iluminan este abismo que se abre entre el Llambrión y la Torre del Friero. Nuestro amigo Vidal, jugando con el tiempo de exposición de la imagen, saca unas cuantas fotos, obteniendo imágenes increiblemente nítidas en la negrura de la medianoche.

Fotografía nocturna de las estribaciones del Llambrión.

(Continuará...)

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